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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Vacunas obligatorias


Cada vez son más las restricciones que nos indican la obligatoriedad de estar vacunado para acceder a un servicio cualquiera, desde entrar a un restaurante hasta viajar a un país. Y aunque a priori no esté mal, existe una parte negativa en todo esto.

 

Por desgracia cualquier argumento es válido para esos que yo llamo plandemials por su forma de ser conspiranoicos (conocidos como plandemias) y milenials. Es cierto que no debemos adaptarnos a su catálogo de premisas, pero también es peligroso no combatirlas. Sin embargo, la obligatoriedad, nunca ha sido un punto a favor de tener el éxito.

 

Cualquier persona con dos dedos de frente, preferirá rodearse de vacunados que de seguidores aférrimos a Miguel Bosé, quien presume de abuso de estupefacientes a la vez que explica que todo es mentira. Y sus seguidores no lo son por escuchar el amante bandido sino porque dice lo que ellas y ellos quieren oír.

 

Todo esto es algo que se conoce de sobra y son argumentos suficientes para decir que no queremos tener cerca a los no vacunados, yo el primero. Pero hay un colectivo desfavorecido que padece las restricciones: los que no han podido hacerlo.

 

Puede resultar peculiar, pero existe aún gente sin completar pauta o iniciarla por los cambios de protocolos. Tener una cita para vacunación no es fácil a día de hoy ya que no se abren todos los centros para ello. Si has coincidido con un cambio de protocolo justo ahora, puede llevarte uno o dos meses lograr la vacunación efectiva.

 

¿Son casos minoritarios? Sí, pero son. Y evidentemente las restricciones anti plandemials también les afectan, aunque sean de la religión del oficialismo (como nos denominan los seguidores del cantante bandido). Y ya puedes ser pulcro, lavarte las manos cada segundo, usar la mascarilla y todo lo que quieras, que, si no estás vacunado, no puedes acceder a lo que querías.

 

Y hay algo peor que no poder entrar a un restaurante u hotel, o que no poder viajar al país que deseabas. Es el hecho de ser comparado con un plandemial por tu condición de no portador del chip magnético 5G con metales pesados y aleación de grafeno con no sé qué. Eso tiene que subir el mal humor.

 

Hasta aquí una reflexión sobre lo bueno y lo malo de las medidas restrictivas. Nunca llueve a gusto de todos y, si tienes dudas de ello, pregunta en un hospital cuál es la unidad donde menos se trabaja. Nunca verás un desacuerdo tan desafortunado.