La confrontación siempre es la única solución para un acosador a la vez que supone un pequeño remedio para el acosado. Así mismo sucede con las guerras, quien tiene mayor poder siempre busca el conflicto armado, de forma activa atacando o pasiva provocando de forma que el débil tenga que defenderse.
Con el tiempo hemos aprendido a valorar la paz, las guerras solamente producen víctimas en quienes batallan. Mientras tanto, los que manejan los hilos pueden esconderse en despachos o, lo que es más cobarde, en un búnker. Siempre quedará un acosador que quiera abrirse camino entre el pueblo, que quiera ganar una medalla al mérito prohibiendo la información veraz para engañar a quienes podrían hacerle crítica. Y así sucede hoy en Ucrania, Rusia pretende ganar una batalla física que cada día engorda más porque ya ha perdido la guerra moral, la que perciben el resto de países.
Ucrania apenas puede defenderse porque actúa como el acosado, como el débil del que todos se compadecen y le apoyan en silencio. Nadie da la cara por Ucrania realmente. Se toman medidas que aprieten a Rusia para que ceda a su locura, pero las calles se llenan de escombros y sangre cada día. Y lejos de reducir las hostilidades, Vladimir Putin anuncia una guerra mundial si alguien decide interceder.
Así que, mientras el fuerte se engrandece en cada golpe, el débil queda como un héroe cuando responde. Pero si no es capaz de defenderse, va perdiendo fuerza hasta no poder más. Las vidas humanas van cayendo cada día dejando un rastro de una guerra que, como todas, pagan justos por pecadores. Una saga de golpes que van dejando vidas por el camino sin que se respete ningún tipo de ley o acuerdo que garantice la supervivencia de los inocentes.
Quizás la ayuda humanitaria sirva para que puedan seguir defendiéndose, pero solo si están vivos. Y no es el caso. La salud se ve atacada una vez más, primero a base de disparos directos y después destruyendo la posibilidad de garantizar que les puedan asistir. Si no es suficiente con desmantelar todos los servicios sanitarios y de comunicaciones, se puede dar un salto mayor; atacar una central nuclear.
Como decía, parece que no aprendemos de las guerras aunque somos conscientes de que son un problema social, económico y de salud a largo plazo. El orgullo puede más que la inteligencia y la historia tiene a ser cíclica aunque lleguemos al siglo 30.