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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Prohibido estar triste (parte 2)


Hace dos semanas explicaba el mal uso que hacemos de las patologías psiquiátricas, lo fácil que es decir que alguien está deprimido solo porque tenga un rato de tristeza. Es un uso compasivo, fácil, sin empatía alguna. Es la forma que nos hemos adaptado a poner nombres cultos a la vida real ordinaria.

 

 Y ahí es cuando los problemas afloran. Asimilamos que la vida es un continuo espacio-tiempo donde todo es alegre o dramático, blanco o negro, cien por cien sano o patológico. No existe la posibilidad de que un día puedas no estar feliz al levantarte sin más, porque entonces, fijo es depresión. Al menos en la mente de quienes no han vivido una depresión cerca.

 

Le expresión estoy depre me ha generado siempre tanta inquietud que nunca sabes cuándo una persona tiene un problema real o cuándo, por el contrario, no es capaz de aceptar su propia frustración. Porque eso de no tener lo que se quiere es algo habitual, pero no parece que se asimile así.

 

La frustración es importante en el día a día porque continuamente debemos aceptar que algo no vaya como uno mismo quisiera. O al menos deberíamos aceptarlo. Convertimos en dramas eventos mínimamente adversos que solamente piden ser resolutivos con un poco de concentración y voluntad. Pero no tenemos costumbre, estamos excesivamente acostumbrado a que todo pueda resolverse de otra forma.

 

 Y aquí también entra el dinero. Vivimos en una burbuja donde creemos que todo se puede pagar, incluso la felicidad. Desde gente que dice que comprar le quita la ansiedad o la tristeza hasta quienes pagan cualquier cosa que conlleve un mínimo esfuerzo. Y sí, en este punto hablo de esa actitud tan común de llevar a tu descendencia al psicólogo mientras admiras tu teléfono móvil, revista o tele. Es una moda que, afortunadamente, creo que ha terminado, creo.

 

Al final, estamos depres porque no somos capaces de asimilar que la vida está llena de retos. O esa es la forma de expresarlo, utilizando una patología que no tiene nada de parecido. Porque decir que un día es malo y que estás triste, parece ser que está prohibido.