Hace unos días saltaba la noticia de que la Comunidad de Madrid despedía 6000 sanitarios. No es la primera vez que leemos en prensa algo tan alarmante, aunque sí es cierto que se hace frecuente desde que empezó la pandemia.
Probablemente no despida 6000 sanitarios, supongo que más bien, se acabará el contrato a 6000 trabajadoras y trabajadores del sistema público sanitario. Aunque parezca lo mismo y, a efectos de calidad asistencial lo es, el concepto no es igual, puede ser peor.
El sistema sanitario se compone de plantillas laborales que han ido en aumento en los últimos cuarenta años, eso es innegable. Y aunque pueda parecer un sistema menos eficiente si consideramos que el trabajo antes salía igual, la realidad no es tal cual. Posiblemente el sistema pueda mejorar en eficiencia, yo lo creo así, peor no se presta el mismo servicio que antaño.
Actualmente se garantiza un acceso más amplio y menos despacho de pacientes al "estilo pescadería" (entiéndase el concepto sin ofensa de los pescaderos). Ahora, una enfermera no se dedica a pasear los papeles del médico que pasa planta, las TCAE no son secretarias de las enfermeras y no hablemos de las decenas de puestos laborales que han ido surgiendo. Por eso, una cifra de 6000 no es tan escandalosa como pueda parecer ya que son muchos profesionales diferentes en un mismo cupo.
Además, no es igual hablar de despedir o de no renovar un contrato. Hasta hace bien poco podíamos trabajar nueve meses e irnos a casa los tres restantes y no estoy tratando de justificar la situación que se ha hecho eco, sino explicando el proceso habitual que se vive en sanidad.
La realidad de todo esto es que las plantillas que han determinado como necesarias desde las consejerías de sanidad son más bajas que el nivel actual, o lo que es lo mismo, según la clase política hay más gente trabajando que la necesaria. Repito que no afirmó mi postura en ello sino que me limito a explicarlo. Por ello, una vez que bajan las necesidades de personal que se han estimado, se obliga a la no renovación de contratos eventuales, disminuyendo la carga económica.
Podríamos decir, en resumen, que todo este personal es necesario. Solamente tenemos que observar la situación actual en atención primaria, el retraso en citas de especialistas y las cirugías programadas que llegan con el paciente descansando en paz. Sin embargo, la falta de gestores de cualificados no logra encontrar la eficiencia en el sistema o, lo que es peor, no quiere encontrarla.
Un sistema eficaz, efectivo y eficiente podría mejorar nuestro futuro a grandes pasos, aunque no estaría exento de polémicas tampoco. Sin embargo, a menor eficiencia, mayor justificación para externalizar el servicio y, casualmente, no se conoce una subcontratación sanitaria sin un amigo que custodie la caja fuerte.
Madrid lleva meses alardeando de ser la comunidad que reduce impuestos a la par que es la que más disfruta de servicios estatales o que pide ayuda considerando zona catastrófica una nevada. Si a ello le sumamos la reducción de la inversión en servicios de calidad que lleva años gestándose, las noticias sobre el personal sanitario no destacan. No destacan porque se podían adivinar, eran una lotería con todos los boletos en la mano, imposible que no cayera el reintegro como mínimo. Y la razón es sencilla, la desinversión en sanidad ha demostrado el aumento de la contrata de seguros privados. De esta forma, la gente deja de protestar por la falta de acceso al sistema público para ahora pedir que le bajen los impuestos dado que ha necesitado acudir al privado.
Y así se hace una bola que comenzó con la educación, cuando Esperanza Aguirre ya presumía de que los madrileños elegían la educación concertada. Claro, no quedaba otra, prácticamente no hay educación pública, así que no es posible elegirla. Si solo te venden patatas fritas, no puedes comprar un helado.
Así pues, la Comunidad que presumía de tener un hospital para pandemias que demostró tener gato encerrado, ahora decide no tener personal para ese hospital ni para otros. Aumenta la privatización de servicios poco a poco logrando el éxito de su gestión y el fracaso del buen gestor.
No es ni debe ser de agrado ver personal necesario en la calle, cuando los servicios están en situación de precariedad. Pero la realidad es que están como quieren que estén, porque la realidad es que la plantilla orgánica está establecida por ellos.