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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Cuando llega la catástrofe 2


La semana pasada comentaba lo difícil que es gestionar una emergencia pero lo fácil que es comentar 'la jugada'. Las redes han traído la información a golpe de dedo en los teléfonos móviles, tan rápido es obtenerla como opinar. Y tan fácil es opinar como caer en la versión más intelectual de cada uno postulándose a gestor de la emergencia con un: "tendría que", "lo ideal es", "lo que hay que hacer es" y un largo etcétera de posibilidades.

Antes de desgranar lo más básico en lo que se ha errado, es importante reflejar el nivel de "cuñadismo político" que hemos visto. Que haya partidos dispuestos a politizar, a mover a sus votantes de forma ridícula y ha olvidar la hemeroteca, deja claro el nivel que tienen, también el nivel de quienes les siguen. ¿Acaso no es ridículo que alguien pida un estado de alarma cuando luego lo denuncian? ¿O criticar ciertas intervenciones olvidando las propias en catástrofes como el Prestige? ¡Ah claro!, organizar manifestaciones es lo que más arropa a los valencianos.

Que las inundaciones por la DANA no han sido gestionadas de la forma ideal, es cierto. Desde el momento en que los responsables de la emergencia desconocen los mensajes de alerta, empezó todo mal. Un servicio que se probó hace dos años y no exento de polémica. Ya había quien vaticinaba que se usaría para controlar a la población. Y si a ello se suma la información revelada sobre cómo el presidente de la Comunidad Valenciana no respondió llamadas (independientemente de lo que estuviera haciendo), entonces sumamos más negligencias.

Es inaceptable que unos gestores y su alto salario desconozcan cómo actuar, desatiendan sus funciones y tengan el descaro de hacerlo cuando la alerta meteorológica lleva una semana sonando en los telediarios. Pero, incluso omitiendo todo esto, podemos sacar más conclusiones sobre la gestión fallida. No hace falta hablar de detalles concretos en riadas, simplemente tratar la base de las emergencias y catástrofes.

Hemos fallado en la prevención, en evitar el riesgo o, al menos, alertar de su existencia. Sin embargo, también la primera intervención ha sido desacertada. Independientemente de que la población piense tal o cual desde el desconocimiento, la actuación debe ser fuera de riesgo y proporcionada. Lo importante al principio es dimensionar el problema. Está claro que no se hizo cuando hay zonas que no recibieron una primera asistencia hasta días después, como si no existieran. Y sí, en cualquier catástrofe los recursos iniciales son menores a la necesidad, pero antes de intervenir hay que poner los datos en la mesa unos segundos.

También hay fallo, no exento de polémica, en medir se los egos en el mando no político. Lo más lógico y normal es que en este tipo de emergencias asuma el control el equipo de bomberos. Que surjan polémicas sobre por qué un jefe de bomberos da órdenes a un alto mando del ejército, no tiene sentido. Quien conoce la zona, las necesidades, las posibilidades, etc. es el bombero de allí, o al menos debería. Y estoy convencido que esta polémica ha sido propagada y movida por políticos, porque no veo yo al ejército rechistando en público, por la cuenta que les trae.

Por otra parte y paradójicamente, existe un problema conocido como 'El buen samaritano'. Consiste en la ayuda altruista, con buena intención y que es importante, pero que ha sido mal ejecutada o gestionada. Este fenómeno responde al excedente de recursos humanos y materiales que dificulta la labor. No siempre más ayuda, al final hay recursos desperdiciados, hay frustración por no saber qué hacer o cómo y, sobre todo, suele implicar mucha ayuda inicial y poca en el largo plazo.

Y para terminar, sobre la actuación a largo plazo, creo que es altamente relevante la labor de las ONG. Una vez que pasan las 3 primeras semanas, la gente vuelve a la vida normal, no así los afectados. La ayuda sostenida es importante para garantizar que se reinstaura la situación. Ha habido mucha crítica a las ONG porque "no se les ha visto", según muchas personas. Primero, es falso, sí han estado. Segundo, su labor es más importante y necesaria ahora que hay menos voluntarios.

Al final, vistos estos puntos, se pueden sacar conclusiones sobre qué sí y qué no hacer. Pero especialmente sale a la luz cómo las catástrofes sacan lo peor de la población cuando se trata de criticar. Nadie quiere una catástrofe y, por supuesto, nadie quiere víctimas. Los comentarios en las redes no colaboran en absoluto y las actuaciones de algunos políticos hablando, menos.