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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Bulos en las inundaciones


Las inundaciones por las lluvias torrenciales que hemos tenido en los últimos 10 días hemos encontrado grandes carencias para la gestión correcta de las mismas. No es falta de medios, ni tampoco de personal. Más bien hablamos de organización, egos, movimientos estratégicos perjudiciales y, como siempre, desinformaciones severas.

A toro pasado y a la vista de las pruebas, hay evidencias para pensar que la negación continua de todo es parte causante. Desde el terraplanismo hasta quienes niegan la utilidad de una vacuna, tenemos infinidad de personas que reniegan de la vida y, ahora, han elaborado premisas que explican la riada. Sin embargo, todas dejan de lado el hecho de que haya pasado una DANA.

Lo más curioso del tema es que se den vueltas a cosas sin sentido para negar la realidad: la lluvia existe. Y cuando digo la lluvia, hablo del concepto científico que la explica. Es importante reflejar la ciencia porque hay quien cree que la lluvia se dirige como si fuera el Show de Truman, como si cayera donde uno quiere. Y de ahí salen tantas teorías conspiracionistas sin base, sin datos y con tintes ridículos.

Hace unos años, allá por el 2020, descubrimos que la mitad de la población de nuestro país son expertos en temas de infecciones, grandes consejeros para la gestión de pandemias... El problema es que son los mismos que los fines de semana se dedican al arbitraje de fútbol. Pero como les gusta estar pluriempleados, pasaron a ser vulcanólogos y, ahora, luchan por ocupar los puestos de geólogos, ingenieros y gestores de inundaciones.

Con su sabiduría y sus teorías llenas de datos sacados de tiktok, X, Facebook e Instagram, todos ellos son capaces de analizar los detalles sin caer en politizaciones ni populismos. ¡Dónde va a parar! Lo triste es que las redes sociales mantengan publicaciones absolutamente fraudulentas, fácilmente desmontables y sin fundamento real. O lo que viene a ser lo mismo, permiten que se difundan bulos como una catedral de grandes.

En este sentido y sin entrar en cada uno de ellos, no se debe dar credibilidad a algo que no concuerda con lo que podemos ver de forma directa. Cuando leemos un texto, vaya solo o asociado de una foto y/o vídeo, cuando escuchamos un audio que casualmente va a compañado de fotos tendenciosas, cuando nos cuentan una historia a medias... En cualquier caso, debemos plantearnos unas cuestiones básicas: ¿Es creíble? ¿Tiene una fuente de datos fiable? ¿Podría ser un montaje? ¿Es verificable?

Por ejemplo: Hemos visto la foto de un bombero con la mano tapándose la cara, los textos le nombraban como un buzo que había llamado cementerio al centro comercial Bonaire. La realidad es que la foto pertenece a un vídeo donde un bombero se seca el sudor, no tiene un traje de buceo y salió al mercado de los bulos antes de que entrasen al citado centro comercial. Es decir, había pruebas más que suficientes para ver que era un bulo.

También circuló un audio de alguien diciendo lo mismo. Y los textos aseguraban que era un guardia civil. Casualmente, también salió antes de que entrasen. La cuestión es que ya no nos queda claro si es un bombero, un guardia civil, un militar... Cuando una historia se diversifica tanto, quiere decir que no hay mucha veracidad posible.

Estos ejemplos, son unos de tantos, pero a la vez han sido uno de los más extendidos. Son ejemplos del daño que voluntariamente se quiere causar, con o sin beneficio por parte de quien los realiza y los difunde. Muchas veces es la gracia entre amigos, pero en otras ocasiones es intentar manipular. Es importante plantearse los bulos antes de compartirlos.