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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

La excelencia en sanidad 2


Continuando con el tema de la excelencia en la sanidad, comentaba la semana pasada la necesidad de incluir al paciente mediante la formación sanitaria. Desde cuestiones básicas como los primeros auxilios, hasta la respuesta calmada ante un incidente grave mientras se espera al equipo sanitario. También hablé de la necesidad de reorganizar el sistema y hacer una evaluación realista alejada del modelo politizado.

Es evidente que el personal sanitario debe estar debidamente formado para desempeñar sus funciones, debe disponer del tiempo realmente necesario para ello. Además, sería muy interesante que se le proporcione la información e, incluso, la formación. Por desgracia, en pocos servicios se oferta, en menos aún se obliga. Si se le suma a esta situación que tampoco hay interés en buscarlo por parte del profesional, se junta el hambre con las ganas de comer.

El profesional debe ser auditado y se deben corregir las deficiencias encontradas en sus evaluaciones. Y todo ello, asumiendo que existen los posibles errores porque no es lo mismo un error que una negligencia, eso ya lo he explicado alguna vez. Pero si tras cumplir con ese sistema se objetiva que no hay un cambio, se deberán sancionar las innumerables actuaciones presuntamente negligentes, independientemente de que sean por falta de conocimientos, destrezas o abandono del paciente. Porque es algo que sucede a día de hoy de forma habitual.

Por desgracia, la administración está dispuesta a dar más medios costosos para pruebas, consultas, ingresos, etc. que emplear todo ese dinero en formación. Formación para el usuario y formación para el profesional, conocimientos que faciliten el buen uso del sistema sanitario para estas dos caras de una moneda que van ampliamente ligadas. No se puede acusar a un paciente de un mal uso del sistema si no se le ha enseñado cómo usarlo.

Además, la falta de formación e información aumenta los costes a largo plazo, aunque eso no importe al gestor. El conflicto viene en que un político solamente mira a 4 años vista, casualmente coincidiendo con nuestro sistema electoral. Por tanto, prefiere un aumento de los costes con el perjuicio que supone, que mejorar y organizar un sistema complejo que podría ser más efectivo y eficiente.

Existe un claro ejemplo a este nivel que es el uso de fármacos como el paracetamol. Hace 15 años nadie tomaba el comprimido de 1 gramo. Ahora es habitual encontrar gente que refiere necesitarlo porque con menos dosis no se nota el efecto. Esto es ciertamente falso, quitando ciertos dolores concretos, se ha estudiado con pacientes que las dosis menores son más seguras y con más efecto. Al final, es una falta de formación e información al usuario.

Y si para conseguir el paracetamol de 1 gramo el paciente necesita cita médica, no solo aumentamos los riesgos y futuras enfermedades de ese paciente por exceso de dosis, también creamos una sobrecarga de citas en el médico para una labor "no médica". Cada labor que no es exactamente médica y le quita tiempo a ese profesional genera, a su vez, que otro paciente no disponga de ese tiempo aunque lo necesite.

Y todo esto, deriva una vez más de las carencias sistemáticas en la organización de un sistema que busca votos electorales, no la excelencia. Si le sumamos las falta de formación, las omisiones asistenciales, las negligencias y la falta sistemática de interés de muchos profesionales, entonces encontramos un sistema sanitario que no conoce la excelencia ni siquiera sobre un papel.

Y como no podía ser de otra forma, continúa cuatro años más empeorando una forma de trabajo que deriva en privatizaciones costosas de ciertos procesos. Esos procesos que, con buena gestión, podrían ser públicos y eficientes. Pero lo importante es maquillar datos y tener pegatinas que acrediten nuestro centro asistencial, pegatinas de lugar excelente, bonito y amigo del paciente. Pero seguiré este tema otra semana.