Bien es sabido que en España hay aproximadamente 15 millones de árbitros de fútbol. Cada domingo durante cualquier partido pueden escucharse los juicios acerca de cada jugada. Todos estos árbitros están altamente cualificados, aunque solo ejerzan tras la pantalla de casa o del bar; con letra B, no confundir con el VAR. Y si a alguien le cabe alguna duda, puede comprobarlo por sí mismo.
También sabíamos que estos "árbitros" son experimentados vulcanólogos, gestores de emergencias, economistas y sociólogos. En sus ratos libres suelen dedicarse a tratar temas de poca complejidad como la pandemia por COVID, veterinaria o las relaciones internacionales del Estado. En sus currículums consta la "universidad de la vida" y, por todo esto, podríamos concluir que disponemos de unos 15 millones de talentos desaprovechados.
Lo que quizás no sabíamos es que algunos pocos han dado salto a la política, con la intención de demostrar sus proezas ante la prensa. El último discurso loable nos ha empapado de la más alta cultura con un, cito textualmente, "el polaco Bocholeski o como se pronuncie". Porque no habría sido elegante hablar de un comisario de agricultura diciendo algo así como: "Discúlpeme por la pronunciación, creo que se pronuncia así" o estudiándote una pronunciación aproximada del comisario Wojciechowski.
Posiblemente García-Gallardo, o como se pronuncie, no recuerda las palabras de su partido. En mitad de la catástrofe por COVID, lejos de ayudar, trataron de criticar en modo Capitán a Posteriori alegando que las medidas venían tarde. Es muy interesante conocer la opinión post cuando no ha habido declaración previa al respecto. Sin embargo, cuando el problema está en las manos de Gerardo Dueñas, consejero de agricultura de Castilla y León perteneciente a VOX, no queda tan claro el tema del control sanitario.
Tal como relata la veterinaria segoviana María Sanz, la tuberculosis bovina podría constituir una zoonosis en la región, es decir, una enfermedad de los animales que puede afectar a los humanos. La bacteria que contagia al ganado está relacionada con la que ya se ha conocido en los humanos. En este caso, sería por la inhalación de aerosoles que proceden de un animal infectado o por ingestión de leche sin pasteurizar. La carne cocinada completamente quedaría exenta por el efecto del calor. También explica que la reducción de la caza tras la pandemia ha aumentado el número de animales silvestres portadores de la enfermedad, que, al mezclarse con la ganadería extensiva, provocan un contagio masivo. Esto no quiere decir que sea mejor la ganadería intensiva, porque en caso de contagio tendría un problema similar además de sus múltiples inconvenientes habituales.
En contra del criterio de los veterinarios y en contra también de las directrices del famoso "Bocholeski o como se pronuncie", los ganaderos y los dirigentes políticos de Castilla y León reniegan de tomar medidas. Veamos, ¿qué ilustre español que de todo sabe va a acatar lo que digan los expertos en la materia? Si tenemos en cuenta que podemos estar creando una pandemia de animales, que a su vez puede afectar a los humanos, tan solo tres años después de la COVID, ¿estamos buscando una nueva pandemia a propósito?
Tras la crisis del ladrillo tenemos cientos de moles de hormigón disponibles para volver a montar aquellos hospitales de tuberculosos. Incluso se podrían reacondicionar los antiguos abandonados. Es posible que estemos encontrando una nueva forma de crear empleo, dar uso a lo abandonado y, de paso, entregar las obras a los amigos constructores a cambio de un pellizco. Esperemos que reine la cordura y esto no se produzca.