Este año se celebran unos comicios realmente extraños. Generalmente, en convocatorias anteriores, la mayoría de municipios y autonomías coincidían en las elecciones dando un doble juego moral. Esto consiste en prometer en los ayuntamientos un sinfín de medidas dependientes de las autonomías y del estado; así, se logra obtener más votos confundiendo a los más despistados, a la vez que se mueve una política sucia y desleal. Sin embargo, los revuelos tras la pandemia y los "shows" políticos para ganar poder asumiendo competencias de forma unilateral han propiciado un desajuste.
El ejemplo de Castilla y León es el mejor ejemplo de un perdedor que quiere sacar pecho. Mañueco logró en 2019 el gobierno autonómico con el apoyo de Ciudadanos, a pesar de no ser la lista más votada. Como en una partida de parchís donde los distintos colores compiten en el tablero, en 2022 el equipo azul decidió quitar el lastre naranja y convocaron elecciones. Tras eliminar al equipo naranja, se colaron las fichas verdes, solo que entraban con mayores aspiraciones políticas y salariales. Con ello se han ido contagiando de la forma más sucia de hacer política a base de insultos y peinetas.
Igea, el médico que se enfrentó a la gestión de pandemia por COVID-19, fue el gran perdedor en el anticipo electoral. Cs prácticamente ha desaparecido en España como respuesta a su política suicida. Desde 1987 gobierna el PP en CyL y, aunque en 2019 tuvieron la posibilidad de hacer un cambio pactando con el PSOE, la estrategia del partido desaconsejaba esta opción, por lo que terminaron dando el gobierno a Mañueco. El anticipo de elecciones no fue más que una puñalada de los azules para hacerles desaparecer del plano, aunque tuvieran que cargar con las infantilidades verdes.
¿Y qué habría cambiado para la ciudadanía si Igea hubiera dado el gobierno a Tudanca? Tan posible el todo como la nada, pero al menos sus decisiones en tiempos de COVID no habrían pasado al olvido, dejando lo bueno a Mañueco como herencia y cargando en sus hombros con lo malo. Además, con tantos años de acomodo azul, habría sido realmente sencillo mejorar la precaria SACYL, cada vez más decadente.
En un artículo publicado el 7 de mayo hablé de la escasez de enfermeras en Castilla y León, especialmente en Segovia. Sin embargo, no es la única decepción a la que nos tienen acostumbrados desde la Junta en lo que respecta a la sanidad. En Segovia se mantienen las promesas electorales de mejora en servicios sanitarios de hace 20 años, que se dice pronto. No solo es la única provincia con un único hospital, también arrastramos la espera del ansiado cuarto centro de salud. Una obra que sigue paralizada a la espera de ser inaugurada cuando lleguen las elecciones autonómicas en 2026.
Hace unos días, casualmente cuando llegan elecciones municipales, nos anuncian que se libera el famoso concurso de transporte sanitario, después de demoras eternas. Las ambulancias y los técnicos serán subcontratados una vez más y, nuevamente, se llenará el bolsillo del político que decidió crear una empresa de ambulancias. Dicho llenado de bolsillo será unilateral, no afectará a su personal de a pie, como era de esperar.
Nuevamente, las promesas y medidas autonómicas se han visto trasladadas a la propaganda municipal, para que la ciudadanía vote por algo que no compete a un ayuntamiento: promesas de ampliación del Hospital de Segovia, poner en funcionamiento el centro de salud Segovia IV, mejoras laborales para el personal sanitario y un futuro prometedor para los Técnicos de Emergencias. Promesas que se dilatarán en el tiempo mientras no peligre el asiento del poder.
Mientras tanto, seguiremos viendo el espectáculo lamentable en prensa. Allá donde un partido mete dinero, de repente aparecen fotos y titulares con sus proezas. Se convierte lo malo en bueno y surgen titulares con altas connotaciones negativas al rival. Todo lo incumplido pasa a ser un "proyecto en ejecución" y la fuga de profesionales se diluye entre conversaciones que desvían la atención.
Falta una semana para que se vote el cambio de los representantes municipales. Falta una semana para decidir castigar a quien promete lo que no le compete o a quien saca pecho de algo mal gestionado. Falta una semana para que hagamos valoración de los candidatos dejando de lado las siglas políticas.