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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Pacientes impacientes


Cuando alguien necesita un servicio de emergencia los segundos pasan a ser minutos y los minutos, horas. Es realmente difícil imaginar lo que puede implicar un sistema de urgencias y emergencias que recibe cientos e, incluso, miles de demandas diarias. Desde las más sencillas y no urgentes hasta las más complejas, donde el paso del tiempo puede valer oro.

Si alguna vez has acudido a un servicio de urgencias hospitalario, urgencias de atención primaria o has tenido que esperar una ambulancia, sabes qué es impacientarse por momentos. Está mal visto decirlo, pero si no has sentido esa sensación, es posible que no fuera tu lugar en ese momento, reitero la palabra posible. También se debe añadir que hay casos impacientes igualmente desubicados. Por desgracia, todo lo no urgente que ocupa un lugar en la urgencia pertenece a la causa que genera el colapso.

Si bien es cierto, posiblemente la mitad de las demandas que llegan al 112 o a un hospital son no urgentes. Si hablamos de atención primaria, aproximadamente las mismas se corresponden a asistencias que debieron realizarse por la mañana en la consulta rutinaria. Y aunque pueda parecer raro, esto implica un tapón de pacientes en detrimento de quien verdaderamente necesita la asistencia urgente. Al menos en el hospital hay una clasificación para dar acceso rápido a lo más urgente.

No es raro encontrar gente que acude a urgencias porque le ha salido un bultito en un codo, la infección de un vello con un pequeño absceso (tipo espinilla), gastroenteritis recién iniciada, etc. Algo que no genera una necesidad urgente y que, en casi todos los casos, el paciente lo sabe. De hecho, raro es el sanitario que no ha escuchado nunca eso de: "Para eso pago impuestos". Pero no, el pago de impuestos no justifica el mal uso de un servicio, que genera no poder atender al resto de pacientes de la forma debida.

Es cierto que en los últimos meses los servicios de atención primaria no han tenido las condiciones ideales, sobrecargando en exceso las urgencias. Está demostrado que la atención en consulta destinando un tiempo a la educación sanitaria reduce costes a medio y largo plazo. Sin embargo, las elecciones se producen cada cuatro años, lo que impide una política sanitaria visible a mayor plazo. A corto plazo y con amistades con información privilegiada, es fácil tomar decisiones políticas como, por ejemplo, las privatizaciones.

Hace poco tuve que acudir a urgencias por un dolor excesivo. Como enfermero con buen acceso a medicación y ayuda, había utilizado más medios de los que dispone habitualmente cualquier ciudadano. En una macrosala de espera, encontré gente con todo tipo de dolencias y seguí los mismos pasos que los demás: filiación, triaje, consulta médica, consulta de enfermería, pagar el parking, ir a la farmacia y a casa.

Lo bueno de la experiencia laboral es que solo necesitas observar a la gente para entender por qué unos van a esperar más y otros menos. Mi situación se resolvió en menos de una hora. Había gente que llevaba más tiempo que yo, unos entraron antes pero también los hay que esperaron a bastante después. Y ahí es donde entra el juego el triaje, la impaciencia, los minutos que pasan a horas, ...

Debo reconocer que, por el dolor que tenía, los minutos se me hicieron eternos. Pero también que, tras la clasificación, algunos pacientes fueron vistos antes que yo con soberana justicia. Ortos, esperaron un poco más, pero recibieron su asistencia pronto. ¿Y el resto? Las patologías no urgentes descritas arriba solamente son un ejemplo de lo que había allí (literalmente). Miraban las horas pasar, alguno se iba sin ser atendido, comentarios, gruñidos, etc. Y eso que no llegó ninguna ambulancia de urgencia vital, que habría retrasado todo un poquito más.

Por momentos me convertí en el paciente impaciente y conmigo, mi esposa, que nunca me había visto así. Yo le decía que había que esperar, que todo lo que estaban viendo tenía un nivel similar al mío habiendo llegado antes. ¿Y el resto? Deberían esperar. Porque no importa el orden de llegada sino la necesidad a resolver y cuando conoces el funcionamiento, controlas la impaciencia que crece con la dolencia.

Próximamente explicaré qué es llamar al 112, por qué se tarda "tanto" en atender la llamada y, sobre todo, por qué es tan importante que se sigan los pasos. Para que la impaciencia no pueda con la dolencia. ¿Quizás los servicios de emergencias tardan más de lo que esperamos? Es posible, parte fruto del colapso, parte porque hace falta poner a funcionar una maquinaria más grande y necesaria de lo que parece. Pero es cierto que tardan menos de lo que nos parece.