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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Endemias en España


En estas fechas es habitual ver las áreas pediátricas llenas de pacientes. Las citas de los centros de salud no dan abasto, los servicios de urgencias concentran niñas y niños del mismo colegio y las unidades de pediatría no disponen de camas suficientes. En ocasiones, las ambulancias transportan a los más chiquitos en una situación crítica que no había dado pistas previas, de modo que su salud ha pasado de golpe a un estado realmente difícil. Las bronquiolitis provocadas por el Virus Respiratorio Sincitial (VRS) desbordan la asistencia pediátrica.

Por si fuera poco, la estacionalidad invernal también colapsa las unidades contrarias y los pacientes geriátricos colman los hospitales a base de gripe y neumonía. Pero no podemos olvidar que hace tres años se bautizó como COVID-19 a un nuevo tipo de sintomatología, cuyo causante era un virus agresivo. Tal y como afirmaron los expertos en la materia, si no se erradicaba de inicio, se convertiría en pandemia hasta relegarse a una endemia.

Como hablar en conceptos biológico-sanitarios puede ser confuso, me explico. Llamamos pandemia a una enfermedad infecciosa que se expande rápidamente afectando a muchas personas en el mismo tiempo y lugar. El inicio de la COVID-19 implicó una pandemia a escala mundial en cuestión de 3 meses. De otra parte, endemia se define a una enfermedad que afecta de forma estacional a una población concreta.

A pesar de que estos términos han entrado en la cultura popular a raíz de la COVID, la peste negra fue un ejemplo de pandemia. De la misma forma, la gripe y los catarros se consideran endémicos en todo el mundo, siendo su transmisión más fuerte en invierno. Esto se debe a que la primera barrera de nuestro cuerpo se ve alterada por el descenso de temperatura y deja una entrada más libre a los patógenos que nos acechan.

La pandemia por COVID trajo cosas buenas también a nivel sanitario. Entre muchos avances, nos ha permitido mejorar el diagnóstico de los virus invernales y podemos diagnosticar la infección de muchos virus en una sola muestra de forma más rápida. Ahora, por ejemplo, hemos visto que las infecciones por VRS también afectan a los ancianos provocando una clínica similar a la gripe. Además, los niños también se ven aquejados por los virus de "los adultos" e ingresan en muchas ocasiones por neumonías y gripes.

En vista de todos estos factores debemos echar la vista atrás y recordar todo aquello que aprendimos en el confinamiento. Un buen lavado de manos frecuente, el uso de mascarilla higiénica y la minimización de los contactos en personas con una enfermedad respiratoria puede minimizar estas consecuencias invernales. Centrarnos en ello puede reducir los disgustos y consecuencias fatales.

Probablemente la atención a los menores enfermos dificulta en muy gran medida la conciliación laboral. Para frenar los contagios, el pequeño "malito" no debe ir al colegio, pero tampoco puede quedarse con los abuelos. Igualmente, el abuelo ?pachucho? no debe tener visitas de los pequeños. Y como barrera final, un adulto sintomático debería evitar los contactos, ya que su catarro leve puede ser la transmisión de algo más grave a los peques y a los mayores.

No han hecho falta más que el paso de unos meses para que se haya olvidado todo. Los pocos dispensadores de gel hidroalcohólico que quedan suelen estar vacíos y en el Metro de Madrid no hay vigilancia del uso de la mascarilla, lo que provoca un cumplimiento paupérrimo. Además, las quejas de los pasajeros en aviones y autobuses son frecuentes, como si nada existiera ya o, peor aún, olvidando lo sucedido en 2020. La libertad moral está chocando con la razón y la lógica sanitaria gracias a negacionistas y políticos irresponsables. Pero debemos recordar que hace 4 días falleció el primer niño por bronquiolitis.