Desde hace años se debate una y otra vez acerca de las listas de espera en la sanidad pública. Independientemente de la comunidad de la que se hable, la finalidad política del debate invade la crítica a la realidad existente. Y es que, gobierne quién gobierne, existe una espera excesivamente grande en la sanidad pública que impide el acceso urgente a quien lo necesita.
Hay listas de muchos tipos: quirúrgicas, para pruebas de rayos, para consultas de especialistas e, incluso, hasta para recibir el resultado de una prueba ya realizada. No se encuentran soluciones realmente efectivas ni mucho menos, eficientes. Y en los tiempos que corren, es necesario aportar la mejor solución al mejor precio, pero ello lleva implícito la buena gestión. Así que, la solución del mal gestor, es la privatización.
Desde alquilar consultas hasta subcontratar un quirófano, cualquier opción parece viable. Aún así, las listas bajan a cuentagotas, lo que se hace imperceptible para el usuario. Si pasas de 134 días de espera a 125, probablemente el esfuerzo económico ha sido mucho más alto de lo que puedan pensar algunos, pero a ojos del paciente, no se nota. Y a ojos del político, solo es apreciable según la oposición, porque no se trata e solucionar sino de promocionar las siguientes elecciones.
Uno de los mejores ejemplos puede ser el complejo sistema ideado en Segovia para la instauración de radioterapia. Tras promesas y promesas, años después se anunció a bombo y platillo que Segovia tendría radioterapia. Y como del dicho al hecho hay un trecho, tampoco se hizo en tiempo y forma prometidos. Más tarde y en un hospital privado, ese fue el resultante. Pero ojo, se aclaró que era público y gratuito, faltaría más, no podría imaginar a un paciente teniendo que costear la radioterapia.
Así pues, en vez de mejorar el peor hospital de Castilla y León, se decide una vez más abonar una cuantía a una empresa privada. Un tercer escándalo para la misma empresa junto a las consultas externas y el laboratorio alquilados para agilizar pruebas. ¿Y los datos? Por supuesto, los usuarios de radioterapia están contentos, ya no tienen que viajar tres horas para diez minutos de sesión, pero es innegable que podría haberse hecho de otra forma.
Ya nos hemos acostumbrado a la privatización del servicio de limpieza, la asistencia a drogodependientes en favor de Cruz Roja, la teleasistencia en un bucle judicial por ver qué entidad se lleva la concesión o las ambulancias subcontratadas a la empresa propia de alguien. Todo un compendio para que el empleo sea aún más precario y exclavo, al mismo coste económico y donde alguien, o más de uno, salen muy beneficiados; político y empresario.
Pero la gestión deficiente, no vale como excusa para continuar desmantelando el sistema sanitario en favor de la empresa de amigo, primo, hermano,... La eficacia y la eficiencia precisan de gestores reales, no de sanitarios que van en listas electorales y que, si es necesario, se adapta un boletín oficial a sus condiciones. Gestores capaces de optimizar un recurso como es una consulta, quirófano, sala de rayos, etc. en turno de tarde y sin necesidad de abonar peonadas. O distribuir mejor el trabajo evitando que todos los pacientes de atención primaria pasen por consulta médica aunque la demanda sea de enfermería.
Pero al final, resulta particular que los datos de las listas de espera los aporta cada comunidad siguiendo su criterio, Madrid mismamente cuenta la espera quirúrgica desde el preoperatorio de anestesia y no desde la consulta del especialista como el resto, disminuyendo meses el tiempo de espera. Sin embargo, tampoco es importante si tenemos en cuenta que el dato también puede ser inventado y difícilmente auditable.
Si al final necesitas la asistencia de un psicólogo (como ejemplo) y te lo ofrecen en un lugar privatizado con cargo al sistema público, aceptas pulpo como animal de compañía, reclamarlo sólo demora más tu asistencia. Miras para otro lado y no te importa si ese profesional cumple los requisitos que debería, si dispone de los medios que necesita o si tiene el salario competente a su actividad profesional, porque ya te han convencido que tienes eso o nada.