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El alumno incorrecto

Por Daniel Álvarez Valdés

Los españoles no leen


A los españoles no nos gusta leer. Esta es la devastadora noticia que esta semana ha azotado la base de flotación de la cultura patria y que, sorprendentemente ha pasado sin pena ni gloria por la información diaria. Porque aunque no lo crean ustedes, durante la comida familiar o en los bares esa noche, pocos eran los que discutían el por qué a los ciudadanos libres no les interesa la lectura. El tema no se convirtió en TT esa noche, en cambio las redes sociales (reflejo en ocasiones distorsionado de la realidad) sí que comentaron hasta la saciedad el vídeo pornográfico entre dos futbolistas y una mujer.

 

¿Qué podemos esperar de un pueblo que ni lee, ni quiere hacerlo? Esa es la pregunta que comparto desde aquí. Igual parto del error de considerar que la lectura es el cimiento sobre lo que se construye todo lo demás, que es el pilar básico de la buena educación, del pensamiento crítico, de la imaginación y del progreso. Igual no lo es, y un pueblo puede funcionar sin disfrutar del aroma de la tinta impresa, sin adentrarse en aventuras imaginarias, en intrigantes tramas policíacas, o sin profundizar en sesudos ensayos sobre la filosofía. Pero perdónenme que yo no acabe de ver esa posibilidad.

 

La noticia, como digo, fue relegada a los últimos minutos de los telediarios. Pero a los que nos gusta enrevesar la realidad nos plantea muchas dudas. Porque leer sirve para ampliar los horizontes del conocimiento, sirve para viajar sin salir de casa, para empatizar con otras realidades que no son la nuestra, para conocer las costumbres de otras culturas y quitarnos de encima cualquier tipo de planteamiento egocéntrico. Y sobre todo sirve para formar un pensamiento crítico que nos inmunice ante las manipulaciones, es decir, que nos hace más resistentes a ser víctimas de los engaños.

 

Leer sirve para ser más humilde, por lo general. Para darnos cuenta de lo grande que es el mundo en el que vivimos, de los muchos matices y de las muchas opiniones que caben en él. Del valor de la vida de los seres con los que compartimos el Planeta. Desde la infancia la lectura contribuye al desarrollo del cerebro y del resto de capacidades. Nos hace soñar. Y nos asusta también, presentándonos distopías y mundos tenebrosos más próximos de lo que podemos pensar. Gracias a los textos sabemos qué hicieron nuestros antepasados, conocemos el camino que nos ha traído a lo largo de los milenios hasta nuestros días, y nos permite anticipar por dónde seguirá el sendero de la civilización.

 

Por todo ello, y por muchísimo más, el barómetro del CIS sobre los hábitos de lectura de los españoles me entristeció (y que da continuidad a este otro, de hace unos meses), y me hizo ser un poco más pesimista. Así que desde aquí lo único que les quiero pedir es que, por favor, lean. Da igual si es a la premio Nobel de 2015 Svetlana Alexiévich (a la espera de conocer al de 2016) o a un joven poeta de vuestro barrio que reparta sus versos en cuartillas. Leed, porque es la vía que conduce a que juntos tomemos conciencia para crear un mundo mejor.